Armas – Revista Militar

UN SOLDADO ENCADA HIJO TE DIO

Por: Eduardo Caccia. Socio fundador de Mindcode, firma pionera en antropología de negocios, desde donde ha ayudado a empresas e instituciones a comprender el comportamiento humano como clave estratégica. Ha sido asesor en México y el extranjero, conferencista internacional y editorialista en los periódicos Reforma, Mural y El Norte, en los que reflexiona sobre cultura, sociedad y transformación. Lleva en la sangre el espíritu de servicio: su abuelo paterno y su padre fueron orgullosos miembros del Ejército Mexicano, legado que hoy honra desde la trinchera del pensamiento.

El Himno Nacional Mexicano es mucho más que un canto épico. Es una declaración de identidad. Una proclama emocional que busca anclar a los ciudadanos en la conciencia de que su tierra merece ser defendida. Pero más allá de su tono marcial, los versos de Francisco González Bocanegra invitan a ser leídos no con pólvora, sino con pensamiento. Uno de ellos, acaso el más poderoso, dice: “un soldado en cada hijo te dio”. Es una frase que, si se libera de la lectura literal, revela una interpretación más profunda, más urgente y más vigente: cada hijo de México está llamado a ser un soldado no solo de las armas, sino del civismo, la legalidad y la ética pública.

Porque no todo soldado empuña un fusil. Hay batallas que no se libran en campos de guerra, sino en la trinchera invisible de la vida cotidiana. En el cruce peatonal donde alguien decide respetar el semáforo, aunque no venga un solo coche. En la fila del banco donde nadie intenta colarse. En la oficina pública donde un funcionario actúa con dignidad, aunque nadie lo esté vigilando, en el miembro del Ejército Mexicano que antepone sus intereses por cumplir su deber. Esos pequeños actos, que parecen triviales, son gestos de una ética silenciosa que construye o destruye a un país. Porque México no se define solo por sus instituciones o sus leyes, sino por el modo en que sus ciudadanos se relacionan con ellas.

Es urgente reconocerlo: vivimos en una cultura donde se ha naturalizado la ilegalidad. Pedimos facturas falsas, nos estacionamos en doble fila, sobornamos al agente de tránsito, copiamos en los exámenes y luego exigimos que el país funcione.

El mexicano promedio, sin quererlo, lleva dentro una contradicción: exige un México justo, pero practica la injusticia en lo cotidiano. Se queja de la corrupción de los grandes, pero acepta con cinismo la trampa de los pequeños. ¿Y cómo exigirle al Estado de Derecho lo que no estamos dispuestos a practicar?

LA PATRIA ENFRENTA BATALLA CULTURAL

En estos años del siglo XXI, la Patria no sólo enfrenta el combate territorial contra el crimen organizado. También enfrenta una batalla cultural. Y ahí es donde la figura del “soldado civil” cobra un valor simbólico y práctico enorme. Necesitamos ciudadanos-soldados que marchen al frente de una batalla moral: la lucha contra la indiferencia, contra el “no es mi problema”, contra el “así ha sido siempre”. Soldados que se rebelen, que se inconformen, soldados que no necesiten órdenes para actuar correctamente. Que obedezcan, no por miedo a la sanción, sino por compromiso con el país.

MÉXICO NECESITA MOVILIZACIÓN ÉTICA

Esta idea no es nueva. En el Japón del periodo Meiji, se hablaba del “bushido” el código del guerrero samurái como una ética de vida que no se restringía al campo de batalla, sino que se extendía al honor, la lealtad, la disciplina y el deber. En Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, el esfuerzo bélico no se limitó a los soldados en Europa o el Pacífico: toda la población civil fue llamada a la acción patriótica desde casa, en la industria, en el ahorro, en la solidaridad. Es decir, se trataba de una ciudadanía movilizada en torno a un propósito común. Eso es lo que necesitamos hoy en México: una movilización ética. La razón es clara: nos la pasamos quejándonos contra el gobierno, abunda la creencia de que ningún político funciona, pero ¿no acaso la clase política emana de la sociedad? Vamos a tener un mejor gobierno cuando tengamos una mejor sociedad, no al revés.

CONVERTIRNOS EN SOLDADOS CÍVICOS

Debemos abandonar la idea de que el país está “afuera” de nosotros. México no es el gobierno, ni el Congreso, ni las grandes empresas. México es también el ciudadano que elige no ensuciar la calle, el maestro que llega puntual, el médico que no lucra con el dolor, el empresario que paga impuestos, el joven que respeta las normas, aunque nadie lo observe, el soldado o el marino que cumplen con su deber sin miramientos. Mientras sigamos esperando que “México cambie” como si fuera un actor externo, permaneceremos estancados. El país no es más que el reflejo acumulado de nuestras decisiones individuales. Cuando cada quien se convierta en ese soldado cívico, entonces el país comenzará a cambiar de verdad.

HIMNO, PEDAGOGÍA DE LA RESPONSABILIDAD

Hay algo profundamente poderoso en la idea de reinterpretar el Himno Nacional no como un llamado a la guerra, sino como una pedagogía de la responsabilidad. La estrofa “un soldado en cada hijo te dio” puede entenderse como una metáfora del deber ciudadano. No todos tenemos que ser militares, pero sí todos debemos estar formados en la ética del compromiso, el respeto, la entrega. No con armas, sino con principios. No con violencia, sino con coherencia.

LA PATRIA SE DEFIENDE CON CONDUCTAS

En este sentido, hace falta un nuevo tipo de patriotismo. Uno que no se agote en los símbolos, sino que viva en los hechos. Que no se reduzca a ondear banderas el 15 de septiembre y a gritar en la noche, sino que se manifieste en las decisiones que tomamos el resto del año. Patriotismo no es cantar el Himno, sino honrarlo con nuestras acciones. La Patria no se defiende solo con fusiles, también se protege con civismo, con conciencia, con conducta.

En este sentido, hace falta un nuevo tipo de patriotismo. Uno que no se agote en los símbolos, sino que viva en los hechos. Que no se reduzca a ondear banderas el 15 de septiembre y a gritar en la noche, sino que se manifieste en las decisiones que tomamos el resto del año. Patriotismo no es cantar el Himno, sino honrarlo con nuestras acciones. La Patria no se defiende solo con fusiles, también se protege con civismo, con conciencia, con conducta.

No se trata de moralismos. Se trata de eficacia. Un país donde la mayoría respeta la ley es un país más seguro, más funcional, más justo. No hace falta que todos sean héroes: basta con que cada uno haga lo correcto. La patria no requiere mártires, requiere ciudadanos conscientes.

¿Y cómo formar ese nuevo ejército de soldados cívicos? Desde la educación, sí, pero también desde el ejemplo. Desde la política, sí, pero también desde la familia. Desde la ley, sí, pero también desde la vergüenza pública. El honor debe volver a ser una palabra en circulación. No el honor entendido como algo abstracto, sino como la satisfacción íntima de actuar con dignidad.

Quizá llegó el momento de asumir que esta guerra la ganaremos no con más leyes, sino con más convicciones. Que el enemigo no está en el extranjero, sino en el hábito de normalizar lo inaceptable. Y que la gran victoria será lograr que cada mexicano se vea a sí mismo como un soldado de la nación, no en el sentido bélico, sino en el sentido ético.

HORIZONTE DE FUTURO

“Un soldado en cada hijo te dio” no es solo una frase heroica del pasado. Es un horizonte de futuro. Un ideal que debemos traducir en política pública, en cultura ciudadana, en conversación nacional. Porque solo cuando la legalidad sea sentido común, cuando la solidaridad sea instinto, y cuando el bien común supere al interés personal, podremos decir con certeza que esta tierra, la nuestra, está bien custodiada.

Y entonces, sí, podremos cantar el Himno con orgullo. Porque cada hijo de México será, en efecto, su soldado más fiel.